Por Mario Javier Pacheco
En las esquinas más remotas de la geografía colombiana, desde el Amazonas hasta la Guajira, la llegada de Iván Duque revoluciona y la gente atiborra las plazas, batiendo pancartas con su nombre, alardeando y mostrándolas con orgullo. Esto se repite a diario, espontáneamente, de corazón.
Petro llena plazas una vez cada 15 días, dándose el tiempo para armar la logística que incluye transporte para que la gente pueda ir a comerse un tamalito y camarógrafos que toman el ángulo propio para hacer ver más gente de la real. Por el lado de Vargas Lleras la cosa ni siquiera llega a grave, es lánguida. Ayer recibí la foto de su manifestación en Ocaña, donde cerraron una calle para instalar 800 sillas de las cuales se ocuparon solo 50, y eso que es el candidato en quien los mamertos tienen cifradas sus esperanzas de fraude.
¿Cuál es el secreto de Duque? No es solo que lo ayuden con sus torpezas, el multimillonario Petro y su odio de clases y el otro con sus coscorrones sino porque el discurso de Duque es el único distinto. Los demás están marcados por el santismo y por el apoyo a los terroristas de las FARC, que huelen a celda, desenmascarados por la justicia internacional.
Mi amigo Camilo Pardo me dice que luego del gobierno de Duque, la izquierda podría volver a aspirar la presidencia y es cierto, la aspiran desde los años treinta del siglo pasado, pero mientras sigan cargando a las espaldas el esqueleto de Marx con sus tesis anacrónicas, no tienen opción.
Es cierto que la infiltración de la social mamerteria se encuentra en todas las instituciones del Estado, pero el discurso de Duque la contrarresta con sus propuestas sobre el respeto a la propiedad y la responsabilidad social del capital, para ampliar el espectro de las oportunidades para todos.
El gobierno que Duque propone no es para repartir riqueza quitándola a los ricos, como pretenden los otros candidatos, sino para generar esa riqueza a través de estrategias de producción y exportación y de emprendimiento, con el propósito de aumentar el PIB y que este se refleje en el ingreso per capita. Es la verdadera estrategia contra la pobreza. Auspiciar el trabajo y que este se devuelva en bienestar y no en dar un mísero bienestar a la población impedida para trabajar en los países como Cuba y Venezuela y la ex Unión Soviética, porque todas las fuentes de producción son del Estado.
El gobierno que Duque propone es contra la corrupción, el mayor de nuestros males, lacra que llegó hasta las cortes y la justicia en general, hasta el colmo de ver erigir un tribunal como la JEP que elige a magistrados con salarios exorbitantes y cuyo requisito es el perfil antiuribista.
El gobierno de Duque es para un estado fuerte, al cual no se le puede agredir, ni en las personas que lo componen, ni en sus instituciones y que tenga la capacidad de arrinconar a los violentos, como hizo Uribe.
El gobierno de Duque será el hito para que Latinoamérica vuelva a ser el sub continente de orgullo.
Duque debe ganar en primera vuelta