Por Mario Javier Pacheco
“Es mi designio de vida, combatir la infamia, desde la libertad o desde la cárcel” Dijo esta mañana el Presidente Uribe, citado por la Corte para que rinda indagatoria el 3 de septiembre, sobre hechos relacionados con una denuncia que interpuso contra Iván Cepeda, por manipulación de testigos, pero que la Corte no solo desestimó, sino que revirtió en su contra.
Duras palabras de quien es el muro de contención de la democracia contra los más tenebrosos delincuentes que vienen por el país, para implementarnos un sistema totalitario, que los enriquece y deja miserables a los pueblos.
Duras palabras de quien haciendo gala de su talante de estadista, íntegro y demócrata, se somete a la decisión de la Corte, pese a que su juzgador, el magistrado Barceló, prejuzgó ante medios y personas, jactándose de que lo encarcelará, y quien no oculta su animadversión y la intención perversa, de usar la ley como instrumento político.
Uribe se presentará ante esta Corte –disculpas por el término- mamerta, que absolvió, ignorando pruebas irrefutables, a Piedad Córdoba y a Petro, pero encarceló a Santiago Uribe, recurriendo a un caso de hace 20 años.
Uribe rendirá indagatoria ante esta Corte, que persigue uribistas, como a Luis Alfredo Ramos, con falsos testigos, como hizo el magistrado Leonidas Bustos, su corrupto presidente, hoy tras las rejas.
Pero ¿por qué estos magistrados muestran tanto odio por Uribe?
La Guerrilla y la mamertería infiltraron todas las instituciones, la educación, la cultura y la justicia y estaban a punto de apoderarse del país cuando llegó Uribe en 2002 y los puso en cintura. Desde entonces muchos jueces, egresados de colegios y universidades politizadas, reconocieron en él, a su mayor enemigo y lo convirtieron en el objetivo principal de su venganza.
Les enseñaron en las aulas infiltradas, que Uribe era poco menos que un demonio, y piensan, irracionalmente, que su designio en la vida es meterlo en la cárcel, lo odian por dogma, que no requiere más justificación que lo aprendido en el colegio y en la universidad.
Pareció contar más, para la elección de magistrados de la JEP, su antiuribismo, que su hoja de vida, y así no existe ninguna garantía para más de la mitad de los colombianos, porque la justicia politizada no es justicia.
El imperio de la Ley se convirtió en un chiste sustentado en presos inocentes, o robadores de gallinas que se hacinan en las cárceles, mientras los grandes criminales se pavonean en las calles y posan de honorables terroristas en el congreso.
El Estado colapsa cuando colapsa su justicia y al ciudadano no se le juzga por la ley, sino por una interpretación de la misma, que ajusta, estira y amolda los códigos al interés de los togados.
El estratega de la campaña que llevó a Iván Duque a la presidencia, Luigi Echeverri, hizo esta advertencia:
¡Basta ya!
Basta ya de que se persiga mediáticamente a los ciudadanos de bien y se le tenga miedo a quienes viven del delito.
No es un tema de Uribismo. Es la eterna lucha entre el bien y el mal. Y claramente “ hay hombres que le prenden una vela a Dios y otra al diablo, pero si tienen que escoger se quedan con el diablo”.
Colombia necesita pasar la página para poder estabilizar el devenir y el acontecer de su sociedad.
Ya es hora de que la justicia sea una, ciega e implacable, que sea justa y no viciada por ideologías, ni intereses políticos.
Colombia necesita construir, no destruir. La justicia nunca triunfará tratando de destruir la realidad que construyó todo un País sobre los 5 elementos de la seguridad democrática, como forma de atacar una propuesta de Legalidad, emprendimiento y Equidad, en la cual ya no haya más ciudadanos delincuentes de mejor derecho, ni ciudadanos de bien de menor derecho, que es a lo que nos ha llevado el abuso dialéctico y retórico del hermoso ideal de La Paz.
Santos con su dictadura mediática trata desesperadamente de llevar al país a un caos confrontacional»
Echeverri, conjuntamente con el presidente Uribe, hizo, a pesar del despropósito político judicial de la Corte, un llamado a la prudencia, a no convocar, ni asistir a marchas, y a resolver todo dentro de los linderos de la razón y el derecho.
Hay que insistir en esto.
Pero no podemos olvidar que, para que el país retorne a la normalidad, es urgente ejecutar una profunda reforma judicial y educativa.
Afortunadamente tenemos presidente